Emanuel Barrientos, racconta la sua esperienza a Limone sul Garda
He pensado como iniciar este breve momento que compartiremos y he creído que la mejor manera es saludándote: hola un gusto saludarte desde este rinconcito de un pequeño país al otro lado nuestro mundo. Un paesino, piccolo que recuerda en algo al Limone natal de Comboni, pues también nuestro pueblito se encuentra escondido en la montaña, donde de alguna manera se siente cerca la mano de Dios que empuja a servirle con corazón abierto al mundo.
Ahora me pregunto que forma darle a este breve artículo, podría hacer un pequeño anecdotario, o hacer un breve resumen de nuestro proyecto, pero he preferido contarte que significa para mi servir en esta obra.
Te cuento, este proyecto, se llama familia, porque fundamentalmente eso es lo que somos todos los que servimos en ella, somos familia, pero además es una familia de obras, porque acá vinimos a hacer vida el proyecto que María de Nazaret ha puesto en nuestras manos. Somos la familia de la Madre de los Pobres, porque para servirle a Jesús la mejor forma que hemos encontrado es por medio de los pobres, de ellos y ellas somos servidores, les servimos para ayudarles a mejorar su calidad de vida.
Aquí recibimos en nuestro comedor a más de 300 personas para quienes preparamos su almuerzo, pero también les entregamos paquetes de comida y les ofrecemos una tiendita de ropa. Les ofrecemos espacios de formación donde aprenden a hacer artesanías, reciben formación psicológica y acompañamiento médico
¿Cuál es mi experiencia al participar de esta familia de María Madre de los Pobres? Hacer este apostolado, me ha cambiado la vida, me ha ayudado a ser más humano, a descubrir la capacidad que tenemos todos de sentir como propio el dolor de la otra persona, de colocarme delante de mis propios límites y decirle a Dios: “Mira esto poco que soy, te lo doy, tomalo y si te sirve usalo”, mientras soy consciente de que Dios sabrá llevarme más allá de mis límites, y hará algo mejor conmigo de lo que yo podría hacer sin Él
Estar en nuestro centro es un continuo ejercicio de confianza en la providencia de Dios, de sentir cerca a la Madrecita (como llamamos a la Virgen María en nuestro centro), por eso es ante todo un acto de fe, fe en Dios, pero también fe en la gente buena que quiere dedicar un poquito de su tiempo a la construcción de un mundo más justo y fraterno.
Y ¿tiene recompensa todos los esfuerzos y cansancios? Así es, la recompensa es la sonrisa de los niños, la alegría de la gente, la recompensa en oir la bulla sinfónica de las muchas voces que llenan nuestro centro, es también, la satisfacción de las compañeras que terminan un proyecto de artesanía que creyeron que no podrían terminar. La alegría de los niños que disfrutan de la comida que se les prepara, las risas y la cercanía que nos devuelve la fe en una humanidad nueva.
Esta es mi experiencia, gracias por dejarme que te la cuente